Tras la muerte del Papa argentino, el Vaticano activa un protocolo milenario adaptado por el propio pontífice en 2024, que combina tradición y sobriedad para despedir al líder de la Iglesia católica.
La muerte del papa Francisco, ocurrida este lunes a los 88 años en la Casa Santa Marta, ha dado inicio a un meticuloso protocolo que rige el velatorio, el funeral y el entierro del Sumo Pontífice. Basado en las normas de la Santa Sede y ajustadas por el propio Francisco en 2024 para reflejar su austero, este proceso combina siglos de tradición católica con un enfoque más sencillo, eliminando elementos considerados ostentosos.
Preparativos inmediatos tras el fallecimiento
Tras el anuncio del fallecimiento por parte del cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo de la Santa Sede, se activó el protocolo establecido en el documento Ordo Exsequiarum Romani Pontificis. El primer paso fue la certificación de la muerte por un médico, seguida de la redacción del acta oficial, firmada por el camarlengo y el notario de la Cámara Apostólica.
El cuerpo del papa fue trasladado desde su residencia a una sala privada en el Vaticano, donde se realizó el lavado y la preparación del cadáver, un proceso supervisado por personal médico y religioso de confianza.
A diferencia de épocas pasadas, cuando se colocaban monedas de oro o medallas en el ataúd, Francisco dispuso que su cuerpo sea vestido con simplicidad: una sotana blanca, una casulla roja (símbolo del martirio) y un palio, la estola que representa su autoridad pastoral.
No se usará la tiara ni otros ornamentos elaborados, respetando su deseo de un rito despojado de lujos.
El velatorio: un adiós abierto a los fieles
El cuerpo del papa Francisco será expuesto en la Basílica de San Pedro a partir del tercer día tras su muerte, es decir, el 24 de abril, en un ataúd abierto para permitir la veneración de los fieles.
Este velatorio público, conocido como camera ardens, se extenderá por al menos dos días, durante los cuales se espera que millas de peregrinos de todo el mundo lleguen a Roma para despedirlo.
La basílica permanecerá abierta de manera casi ininterrumpida, con estrictas medidas de seguridad coordinadas por la Gendarmería Vaticana y las fuerzas italianas.
Durante este período, se celebrarán misas diarias en la basílica, y el cuerpo estará custodiado por la Guardia Suiza y miembros de la Curia Romana.
Los fieles podrán acercarse para rezar y rendir homenaje, un momento que, según el arzobispo Georg Gänswein, “será de gran intensidad espiritual, reflejo del cariño que Francisco inspiró”.
El Vaticano ha dispuesto pantallas gigantes en la Plaza de San Pedro para quienes no puedan ingresar, y la transmisión en vivo llegará a millones a través de Vatican Media.
El funeral: un rito solemne en la Plaza de San Pedro
El funeral del papa Francisco está programado para realizarse entre el cuarto y sexto día tras su fallecimiento, probablemente el 26 o 27 de abril, en la Plaza de San Pedro, siguiendo las modificaciones introducidas por el propio pontífice.
La misa exequial será presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, y concelebrada por cardenales y obispos de todo el mundo. Se espera la presencia de líderes religiosos, jefes de Estado y dignatarios internacionales, como ocurrió en el funeral de Juan Pablo II en 2005, que reunió a más de 4 millones de personas.
El rito será sobrio, con un énfasis en la liturgia y la oración, evitando elementos que Francisco consideraba excesivos, como catafalcos ornamentados o largas procesiones. El ataúd, de madera de ciprés según la tradición, llevará inscrito el nombre del papa y las fechas de su pontificado.
Durante la ceremonia, se leerán pasajes bíblicos seleccionados por Francisco, que reflejan su mensaje de misericordia y esperanza, y se entonará el himno In Paradisum, que acompaña la despedida del difunto hacia la vida eterna.
El entierro: un descanso en las grutas vaticanas
Tras la misa, el cuerpo del papá será trasladado a la basílica de Santa María Maggiore, donde expresó su deseo de ser inhumado en un lugar sencillo.
El ataque será sellado en presencia de un reducido grupo de cardenales y colaboradores cercanos, como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y el arzobispo Edgar Peña Parra.
El entierro marcará el cierre de los ritos fúnebres y el inicio del período de sede vacante, durante el cual el camarlengo asumirá la administración temporal del Vaticano hasta la elección del nuevo papa.
El cónclave, que reunirá a los cardenales electores en la Capilla Sixtina, comenzará aproximadamente 15 días después del fallecimiento, según las normas de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis.
Un legado reflejado en la simplicidad
El protocolo para despedir a Francisco refleja su pontificado: cercano, humilde y centrado en lo esencial.
Al eliminar elementos tradicionales como el uso de tres ataúdes (de madera, plomo y zinc) o la colocación de objetos suntuosos, el papa argentino dejó claro su deseo de que su muerte fuera un testimonio de su mensaje evangélico. “Francisco quiso que su funeral fuera una oración, no un espectáculo”, señaló el padre Antonio Spadaro, uno de sus colaboradores más cercanos.
Mientras Roma se prepara para estos días de luto, el mundo católico y más allá se une en un adiós que trasciende fronteras. La imagen de un papa que vivió para los “descartados” quedará grabada en los corazones de millones, y su descanso final, en la penumbra de las grutas vaticanas, será un eco de su vida dedicada al servicio.