Cambios en la ciudadanía para quienes emigran a Italia

El cordobés Mario Borghese, diputado por Sudamérica, aclaró que no es un beneficio indiscriminado. Sólo ampliaría el criterio de nacionalidad territorial para hijos de extranjeros.

El primer ministro italiano Paolo Gentiloni confía aprobar «durante el otoño» europeo, antes de fin de año, la nueva ley de ciudadanía, en medio de duros debates entre el oficialista Partido Democrático y el resto de las fuerzas por la iniciativa que busca ampliar el criterio de «ius soli» (ley del suelo natal) para los hijos de extranjeros nacidos en suelo italiano.

«Se trata de una ley justa. Mi esfuerzo personal y del gobierno será para aprobarla en otoño», aseguró Gentiloni en una nota oficial del Consejo de Ministros en la que reconoce que «no están las condiciones para aprobarla antes de la pausa de verano».

A la espera de su tratamiento en el Senado, la norma prevé ampliar el criterio de «ius soli» para poder conceder nacionalidad a todos los hijos de extranjeros que nazcan en Italia y además introduce el «ius culturae» (ley de la cultura), que confiere los derechos a los inmigrantes nacidos fuera del país, llegados a Italia antes de los 12 años, que hayan completado 5 años de escuela en Italia.

La primera versión del texto, que provocó duros enfrentamientos en el Senado, ya fue aprobada en la Cámara de Diputados en 2015, con los votos favorables del PD y la firme oposición de Forza Italia de Berlusconi, Liga Norte, Hermanos de Italia, y la abstención de del Movimiento 5 Estrellas (M5E).

La posibilidad de la sanción definitiva generó incluso algunas fisuras dentro de la coalición de gobierno, con los sectores del Nuevo Centroderecha que responden al canciller Angelino Alfano, como abanderados de la postura de tratar la norma «con una discusión más serena sin mezclar el debate con la emergencia».

El cordobés Mario Borghese, que se desempeña como diputado por Sudamérica en el Parlamento de Italia, aclaró este lunes que la eventual modificación en el régimen para otorgar la nacionalidad no significará un beneficio indiscriminado.

«La flexibilización es por el territorio, pero no por la sangre. Hay una mala información en las redes y en los comunicados. Estoy a favor del ‘ius soli’, pero no de que ese ciudadano que emigra por guerra siga transmitiendo la nacionalidad por ‘ius sanguinis. De ser así, hasta los pingüinos podrán ser italianos», afirmó.

El gobierno, como ha hecho en otras iniciativas, podría haber jugado la carta de la «fiducia» (confianza), un procedimiento por el que ata su permanencia a la aprobación legislativa de un proyecto determinado.

Sin embargo, como sugiere en su edición online el diario Il Messaggero, «por las diferencias internas no estaba asegurada la mayoría para la aprobación y podía conducir al gobierno a su fin».

Es que el tratamiento se da en medio de una oleada migratoria por la que el 90% de los migrantes llegados por mar a Europa durante 2017 desembarcó en puertos italianos, según la oficina de Naciones Unidas para Refugiados, ACNUR.

En ese contexto, para este año se espera la llegada de unos 200.000 inmigrantes a Italia, aunque, si la ley se aprueba como llegó al Senado, unos 600.000 hijos de inmigrantes nacidos en Italia desde el 1998 hasta la actualidad quedarían habilitados para pedir la ciudadanía.

Casi 200.000 más quedarían en condiciones de hacerlo a través del «ius culturae», plantean desde la oposición.

Esos números generaron un fuerte rechazo desde la berlusconiana Forza Italia, en la que el miembro de la dirección partidaria Alessandro Cattaneo graficó «el error de tratar la ley en días de desembarcos récord en el Mediterráneo».

En la vereda de enfrente, la fundación Migrantes, que depende de la Conferencia Episcopal Italiana, rechazó la postergación de la ley. «Es una victoria de los prepotentes», aseguró su director Giancarlo Perego citado por La Repubblica.

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